9.10.10


Se denomina filosofía a la “interpretación-del-mundo” a la forma-natural-de-estar-en el-mundo que tienen los humanos. Es un hecho que esta interpretación es un resultado de la cultura en la que se vive: toda sociedad implica una cultura: conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquiera otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre en tanto miembro de la sociedad.
Sería una obviedad decir que las culturas se han formado según circunstancias históricas muy diversas. Son el producto de variados antecedentes históricos, por lo que sería ilusorio esperar una consistencia lógica en ese “todo-complejo” que denominamos “cultura”.
Así hay que decir que la “filosofía ordinaria”, es resultado de principios que, a veces, pueden ser contradictorios. Si estuviésemos hablando de un sistema formal habría que decir que no sería consistente ni completo. Pero, a todos los efectos prácticos, esta falta de consistencia, de hecho es irrelevante. Estamos familiarizados con ella y acostumbrados a poner parches, remiendos, cuando es útil o necesario. Lo que suele ser motivo de debates sociales, religiosos y filosóficos. Estos debates forman parte del mundo, es la manera natural de estar en el mundo. Su interpretación es función de la filosofía en sentido fuerte. La filosofía en sentido fuerte, la interpretación de la forma-natural-de-estar-en-el-mundo, a la que he llamado filosofía ordinaria, es como “la sombra” de esa filosofía ordinaria. Cuando las personas, algunas, al menos, se preguntan por esas cuestiones, usualmente consideradas filosóficas: el sentido de la vida, para qué estoy aquí, qué debo hacer etc.,…tales preguntas, de las que no podemos librarnos ni contestarlas satisfactoriamente, fuera del ámbito de las creencias, son como la sombra que acompaña a la conciencia humana. La pregunta por el sentido de esas mismas preguntas, la pregunta filosófica rigurosa, es como la sombra, no podemos contestarla ni librarnos de ella: “Es una ilusión que no puede evitarse…pues estamos frente a una ilusión natural e inevitable” (Kant, De la ilusión Trascendental).