¿Existe una moral que no sea “relativista”? ¿Es posible una moral que, al modo formal, fuese “autónoma”?
Según algunos, sería una contradicción,:” Una ética universal y con “fundamentos objetivos” es una imposibilidad práctica, quizás incluso un oxímoron, una contradicción”,(Z. Baumann, Ética posmoderna, Mexico,2006)
La pregunta no es especulativa. Todos los días se dispara a alguien, con quien se discrepa, acusándole de “relativista”, término que lleva una carga peyorativa a cuestas. Ser relativista es una especie de herejía, algo parecido a “masón” o “comunista” en otra época.
Por eso me pregunto, ¿hay alguna moral que no sea relativista?, ¿es incluso posible imaginarlo?
Si tomamos “moral”, por lo que siempre ha significado, “lo acostumbrado”, es obvio, como precisó Aristóteles, que se refiere a “alguna finalidad”, siendo, por tanto, “intrínsecamente relativa”.
En la modernidad, sociólogos, y psicólogos, han elaborado multitud de explicaciones para tratar de explicar la posibilidad de una autonomía personal, “resultado” de la socialización que la familia, el grupo, va construyendo en las conciencias personales.
Da impresión, de que, intentando evitar a toda costa la dependencia de algo trascendente como norma, lo que ahora se considera trasnochado, algunos filósofos, sociólogos y juristas buscan en el transfondo o bajo la línea de flotación de la conciencia individual, “una especie de garantía de la moralidad que evite el caos moral sin necesidad de un “deus ex machina”.
Así, interpretando las diversas teorías psicológicas sobre la construcción del “yo moral” “se habla de un proceso anomia-heteronomia-autonomia; proceso que no es lineal. Porque la conciencia autónoma se construye en un proceso largo y complejo y en diálogo, en conflicto, en negociación y contradicción con la conciencia heterónoma y con el sentido de deber y obligación que allí se construye; la autonomía como superación de la heteronomía”,(Organización en valores, O.E.I.)
¿Cómo se llega a la “autonomia”?
Dentro de la interpretación que estamos haciendo el sujeto humano tendría entonces esas dos condiciones. Una fuerte heteronomía, pero también una posibilidad de construir espacios de autonomía, que le permiten asumir la norma críticamente y tomar distancia de los criterios que le fueron dados. (ibid.)
En qué consista esa “posibilidad de construir espacios de autonomía” no se explica, lo que recuerda las “palabras-tapón” de que hablaba Eugenio Trias, “palabras para tapar los agujeros del significado”.
Los antiguos llamaban a eso “libertad”.
Dentro del campo jurídico, otros,(Pérez Triviño) hablan de una “moral crítica”:”Moral crítica” se refiere a los principios generales obtenidos reflexivamente por los individuos y que sirven para criticar sus propias acciones como las instituciones sociales y la propia moral positiva”; su punto de referencia es “la moral ideal”.( P.Triviño-Derechos humanos, Estado de Derecho y Constitución, Madrid 1984)
La defensa de una “moral crítica”, “no implica necesariamente un compromiso con una moral objetiva, absoluta y universal”;“puede ser vista como un “conjunto de valores y principios que surgen de un proceso reflexivo y justificatorio llevado a cabo por los individuos bajo unos requisitos procedimentales dados”: igualdad en el discurso, universabilidad de los juicios, imparcialidad…”(Hart , “Law, Liberty and Morality” Oxford U.P.1963)
No explica, sin embargo, cómo se llega a esa “universabilidad de los juicios, imparcialidad”.
Habermas con su teoría de la acción comunicativa parece buscar una especie de término medio entre la justificación social de la moral y el trascendentalismo. El “mundo de la vida” aparece como el “modelo de modelos”: “Cabe representarse los componentes del mundo de la vida, a saber: los patrones culturales, los órdenes considerados legítimos y la estructuras de la personalidad, como condensaciones y sedimentos de tales procesos de entendimiento, de coordinación de la acción y de socialización, que discurren a través del medio que representa la acción comunicativa.”(Pensamiento postmetafísico).
“Los horizontes de nuestras biografías y de nuestras formas de vida, forman un todo poroso de familiaridades que nos resultan prereflexivamente presentes y que retroceden ante los intentos de intervención reflexiva”,(o.c.)
Gracias a ese “trasfondo” se hace posible “el dominio de situaciones” y se constituye un “stock de un saber acreditado en la práctica comunicativa”, lo que lleva a la consolidación de “patrones de interpretación” que pueden trasmitirse “generando valores y normas”,(o.c.)
De nuevo la psicología aparece como el “deus ex machina” responsable de “ese todo poroso de familiaridades”, pero esas “familiaridades”¿no estarán contaminadas por “lo social”, familia, tribu etc.,?
Según algunos, sería una contradicción,:” Una ética universal y con “fundamentos objetivos” es una imposibilidad práctica, quizás incluso un oxímoron, una contradicción”,(Z. Baumann, Ética posmoderna, Mexico,2006)
La pregunta no es especulativa. Todos los días se dispara a alguien, con quien se discrepa, acusándole de “relativista”, término que lleva una carga peyorativa a cuestas. Ser relativista es una especie de herejía, algo parecido a “masón” o “comunista” en otra época.
Por eso me pregunto, ¿hay alguna moral que no sea relativista?, ¿es incluso posible imaginarlo?
Si tomamos “moral”, por lo que siempre ha significado, “lo acostumbrado”, es obvio, como precisó Aristóteles, que se refiere a “alguna finalidad”, siendo, por tanto, “intrínsecamente relativa”.
En la modernidad, sociólogos, y psicólogos, han elaborado multitud de explicaciones para tratar de explicar la posibilidad de una autonomía personal, “resultado” de la socialización que la familia, el grupo, va construyendo en las conciencias personales.
Da impresión, de que, intentando evitar a toda costa la dependencia de algo trascendente como norma, lo que ahora se considera trasnochado, algunos filósofos, sociólogos y juristas buscan en el transfondo o bajo la línea de flotación de la conciencia individual, “una especie de garantía de la moralidad que evite el caos moral sin necesidad de un “deus ex machina”.
Así, interpretando las diversas teorías psicológicas sobre la construcción del “yo moral” “se habla de un proceso anomia-heteronomia-autonomia; proceso que no es lineal. Porque la conciencia autónoma se construye en un proceso largo y complejo y en diálogo, en conflicto, en negociación y contradicción con la conciencia heterónoma y con el sentido de deber y obligación que allí se construye; la autonomía como superación de la heteronomía”,(Organización en valores, O.E.I.)
¿Cómo se llega a la “autonomia”?
Dentro de la interpretación que estamos haciendo el sujeto humano tendría entonces esas dos condiciones. Una fuerte heteronomía, pero también una posibilidad de construir espacios de autonomía, que le permiten asumir la norma críticamente y tomar distancia de los criterios que le fueron dados. (ibid.)
En qué consista esa “posibilidad de construir espacios de autonomía” no se explica, lo que recuerda las “palabras-tapón” de que hablaba Eugenio Trias, “palabras para tapar los agujeros del significado”.
Los antiguos llamaban a eso “libertad”.
Dentro del campo jurídico, otros,(Pérez Triviño) hablan de una “moral crítica”:”Moral crítica” se refiere a los principios generales obtenidos reflexivamente por los individuos y que sirven para criticar sus propias acciones como las instituciones sociales y la propia moral positiva”; su punto de referencia es “la moral ideal”.( P.Triviño-Derechos humanos, Estado de Derecho y Constitución, Madrid 1984)
La defensa de una “moral crítica”, “no implica necesariamente un compromiso con una moral objetiva, absoluta y universal”;“puede ser vista como un “conjunto de valores y principios que surgen de un proceso reflexivo y justificatorio llevado a cabo por los individuos bajo unos requisitos procedimentales dados”: igualdad en el discurso, universabilidad de los juicios, imparcialidad…”(Hart , “Law, Liberty and Morality” Oxford U.P.1963)
No explica, sin embargo, cómo se llega a esa “universabilidad de los juicios, imparcialidad”.
Habermas con su teoría de la acción comunicativa parece buscar una especie de término medio entre la justificación social de la moral y el trascendentalismo. El “mundo de la vida” aparece como el “modelo de modelos”: “Cabe representarse los componentes del mundo de la vida, a saber: los patrones culturales, los órdenes considerados legítimos y la estructuras de la personalidad, como condensaciones y sedimentos de tales procesos de entendimiento, de coordinación de la acción y de socialización, que discurren a través del medio que representa la acción comunicativa.”(Pensamiento postmetafísico).
“Los horizontes de nuestras biografías y de nuestras formas de vida, forman un todo poroso de familiaridades que nos resultan prereflexivamente presentes y que retroceden ante los intentos de intervención reflexiva”,(o.c.)
Gracias a ese “trasfondo” se hace posible “el dominio de situaciones” y se constituye un “stock de un saber acreditado en la práctica comunicativa”, lo que lleva a la consolidación de “patrones de interpretación” que pueden trasmitirse “generando valores y normas”,(o.c.)
De nuevo la psicología aparece como el “deus ex machina” responsable de “ese todo poroso de familiaridades”, pero esas “familiaridades”¿no estarán contaminadas por “lo social”, familia, tribu etc.,?