Finalmente he de
confesar que creo haber entendido a Leibniz cuando afirma que las sustancias,
él las llama monadas, no se comunican entre sí. Parece que se comunican porque
Dios, el organizador universal, Leibniz, metafóricamente habla del relojero
universal, lo tiene organizado de forma que coincidan y así parece que se
comunican. En la metáfora de los relojes, marcan la misma hora porque así lo
organizo el Relojero Universal
Esta introducción, para
aquellos que no conozcan el pensamiento de Leibniz, es necesaria para explicar
lo que quiero decir. ¿Se puede hablar de comunicación entre los seres humanos?
La comunicación es
posible si se participa de una misma o parecida opinión del mundo, y un uso
común del lenguaje.
A primera vista puede
parecer que los miembros de una comunidad social, de una cultura común, y
hablantes de un mismo idioma, reúnen las condiciones para afirmar que es
posible que haya comunicación entre ellos. Esto es lo que ocurre,
efectivamente. (ver “Vindicación de la caverna” , enero 2008): “Los
miembros del grupo de la caverna, los “cavernícolas”, junto a la protección
física que les proporciona la caverna tienen la protección moral que les
proporciona la pertenencia al grupo.”. La caverna, es decir, la cultura común,
proporciona las ideas orientadores que dan sentido a la experiencia. Dentro de
ese horizonte hay comunicación, evidentemente.
La cosa, sin embargo,
no es tan sencilla. La caverna, es decir la cultura común, proporciona ideas
orientadoras a alguien o algo, no a una tabla rasa, como decían los empiristas
primitivos. El receptor de las ideas, de los patrones, se denomina “el yo”. Pero, lo que llamamos “yo”, no
es algo simple, como desde Freud es conocido. Tiene varias capas, como, metafóricamente
hablando, las capas de una cebolla. Tomo prestado el nombre de Günter Gras.
Tras los diferentes como barnices que van conformando la personalidad visible,
la cebolla, se oculta un sujeto, a veces desconocido para él mismo, que es
quien realmente interpreta el mundo que la cultura, los barnices que, a modo de
capas de cebolla, visten al personaje.
Ese
sujeto, el yo auténtico habría que decir, que no creo que se identifique con el
“id” freudiano, es el auténtico intérprete de las ideas o patrones que la
cultura, la caverna, proporciona.
Esta interpretación, tiene
un inconveniente, volver a introducir “el
fantasma en la máquina”. El caso es que los psicólogos que niegan la existencia
del intérprete, Pinker, Gazzaniga el alii, de hecho reconocen su necesidad, cuando
escriben: “El interpretador solo está tejiendo
la historia, la narrativa que extraerá un sentido de estos módulos que están
constantemente bombardeándonos con información, con comportamientos reales, con
estados sentidos, con todo. Tenemos que contar una historia sobre qué está
pasando y eso es lo que pensamos que hace esa función narrativa.”(Gazzaniga).
Ese, llamemosle como
queramos, yo que interpreta, al ser el-interprete-total es previo a toda
interpretación y, por tanto, no tiene comunicación con otros posibles
intérpretes o yos.
RESUMEN
El yo profundo o yo
auténtico, (“yo” no es más que una forma de nombrarlo), en si mismo no tiene comunicación con otros yos.
Estamos, por tanto,
solos en el mundo..