2.10.15








TRANSPARENCIA



“Pero ¿quién quiere que le observen todo el tiempo?...“Todos necesitamos tener el derecho a desaparecer”,  “Todos tenemos derecho al anonimato” (“El Circulo”, Dave Eggers )

La sociedad actual, parece querer efectivamente la observación recíproca de todos con todos. Es una sociedad pornográfica, en la que todo se muestra sin ocultamientos, “se introduce la transparencia como nuevo imperativo social”,( Byung-Chul Han, “La sociedad de la transparencia)

Todo parecen ventajas,  si toda la información está controlada, “dejará de haber delitos. No habrá ni asesinatos ni secuestros ni violaciones...”, no habrá zonas oscuras, fuera de control.

La transparencia implica control. Todo el mundo controla a todo el mundo. La sociedad del control.

 Pero, “¿Podemos aguantar el hecho de vivir estando expuestos al escrutinio, a que nuestros secretos queden abiertos, si, en cambio recibimos nuestras propias linternas para que podamos enfocar a cualquiera?”,(ibid.)

“Yo, yo quiero que me vean. Quiero alguna prueba de que he existido.” (Mae, protagonista de “El Circulo”)

En esa sociedad en la que estamos introduciéndonos, todos controlan a todos, la individualidad desaparece sumergida en el “todos”. Quién es quién depende de lo que opinen los otros. En realidad se  podría decir que los otros son la otra cara de nosotros mismos. El totalitarismo absoluto.


Este parece el futuro inevitable gracias a las nuevas técnicas de comunicación, whatspps, que los usuarios acogen con entusiasmo, como la protagonista de El Circulo. Todos conectados, todos conectados...cantan alegremente.

11.9.15

EL HOMBRE  MEDIDA

Protágoras, famoso sofista, (s.V a.C.), es conocido, sobre todo por su cita, “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que existen, en cuanto existen, de las que no existen, en cuanto que no existen”

Los lectores, si pertenecen al mundillo filosófico, saben que hay dos interpretaciones de esta frase, la interpretación individualista,  la de Sexto Empírico y Platón, y la que piensa que “el hombre”, quiere decir, “el hombre en general”, es decir, “la naturaleza humana”. La interpretación genérica. Es la interpretación moderna, de Kant, cuando habla de la revolución copernicana. “Se ha supuesto hasta ahora que todo que todo nuestro conocer debe regirse por los objetos...Intentemos, pues, por una vez, si no adelantaremos más...suponiendo que los objetos deben conformarse a nuestro conocimiento”(B XVI)

Por supuesto que esa es la interpretación de cuanto vengo escribiendo. Las palabras son el fundamento de las cosas, añadiría, de las que existen en cuanto que existen, y de las que no existen en cuanto que no existen.

 Escribí: Las cosas no son solo cosas; llevan huellas humanas, son nuestra prolongación.  

Lo que quiere decir, no hay “cosas” sin observador. Como dicen los físicos:La observación produce la propiedad observada “(Bohr);Me gusta pensar que la luna está ahí aunque no la esté mirando”( Einstein)

Como resumen final, entiendo por “cosas” algo que forma parte de un proyecto humano, y, por tanto, depende del lenguaje. Es la cita del Tractatus, “Los límites de mi lenguaje, significan los límites de mi mundo”

Con lo que termino estos comentarios: “los diez números y las veintidós letras, ese es el fundamento de las cosas”





10.9.15

LAS PALABRAS Y LAS COSAS

No esperaba el interés que estos comentarios sobre las palabras han despertado en personas incluso ajenas al mundo filosófico.

“Los diez números y las veintidós letras, ese es el fundamento de las cosas”

Que las palabras sean el fundamento de las cosas, parece un contrasentido al observador instalado en el mundo ordinario.

Hay que explicar lo que entiendo por “cosa”. Contra lo que probablemente piensa el crítico, “cosa” no es algo desvinculado del observador. La cosa no es un objeto, una especie de obstáculo que tengo frente a mí, sino un nudo de relaciones en que me siento y estoy implicado.

Esas relaciones, afectos, intereses y símbolos que individuos, sociedad e historia proyectan, convierten los meros objetos en cosas. Las cosas no son solo cosas; llevan huellas humanas, son nuestra prolongación. Como dice Lévi-Strauss, desde el momento en que surge el lenguaje el universo se carga de significado.

Decía Husserl que los objetos no existen autónomamente, por naturaleza, sino que son puntos nodales de la densa red de coordenadas con que estructuramos el mundo.

Las cosas están como investidas por los rayos de mi atención, que no sólo las ve con los ojos del cuerpo, sino que las comprende, gracias al lenguaje, con los ojos de la mente. El mundo, está al alcance de la mano como un mundo de valores, de bienes, un mundo práctico, un mundo de cosas.


Los límites de mi lenguaje, significan lo límites de mi mundo”( 5,6)

27.8.15

PALABRAS 2

 “En contra de la idea establecida, la palabra no crea un mundo; El hombre habla como ladra el perro, para expresar su ira o su temor, el placer es silencioso, igual que ser feliz” (Houellebecq, La posibilidad de una isla)

El texto, usando una obviedad, “habla para expresar...”, cree llegar a una conclusión que es equivocada. “El hecho de hablar” puede producir, ira, temor...en los oyentes y también en el propio sujeto. El cabreado, utilizando el lenguaje coloquial, se va indignando según habla, y lo mismo le ocurre al destinatario. Esto es de una evidencia que puede parecer banal. Como resultado del “hecho-del-habla-indignada” es normal que se hable del mismo lenguaje usado, “dijiste tal o cual cosa”, un insulto, por ejemplo.

Los filósofos, desde la antigüedad se ocuparon del tema, pero en la  edad media, ss. XI y XII, con el asunto de los Universales se debatió con profundidad, como todo estudiante de filosofía sabe. Las palabras afirmaba Roscelino, un Nominalista, son meros “flatus vocis”, emisiones de aire sin  significado en sí mismas, como podría decirse que lo escrito en la pizarra son manchas de tiza o este escrito son manchas de tinta electrónica. Y lo son.

La filosofía de la época, conocida como escolástica, dedicó mucho tiempo al estudio del tema, con complicaciones teológicas, inevitables en aquel tiempo.

 Una salida del tema la ofrece la distinción entre uso y mención. Las palabras, los flatus vocis y las mancha de tiza, se usan para expresar su ira temor,.. etc., pero, además se habla de ellas. Se las menciona, y ese es el mundo de las palabras
.
Si se toma el trabajo de repasar los que dicen los medios, es fácil ver que junto a algunos hechos la mayor parte de lo comentado son comentarios que, a su vez, se convierten en nuevos hechos. Si afirmó o no afirmó tal o cual frase. "perdone pero no es verdad, no diga una cosa que no es", respondía tajante (E.Aguirre), cuando la presentadora le ha dicho que había llamado a Francisco Granados después de que se descubriese su implicación en la trama Púnica”( prensa del día26 de agosto,2015)

Para terminar este comentario de comentario, las palabras crean un mundo, el mundo de las palabras. Ese es nuestro mundo en el que estamos encapsulados. Como afirmé anteriormente, el hombre es un ser-en-el-mundo-de-las-palabras.


 “Actualmente hay tanta gente en este puto planeta que no somos más que eso: frases de código en un disco duro. Si se eliminan esas frases ya no existimos, y si de ponen somos alguien”(“Soy Pilgrim”, Terry Hayes)

24.8.15

PALABRAS: “¿qué lees mi señor?...Palabras, palabras, palabras....” (Hamlet)

Los diez números y las veintidós letras, ese es el fundamento de las cosas.
(Amos Oz)

Cosa es todo aquello que se puede nombrar. El nombre, las palabras, confieren estatus propio, ontológico, diría un metafísico, a las cosas, que se presupone están ahí. El noúmeno kantiano.

La realidad, término que engloba a las cosas objetivas, es posible gracias a algo subjetivo, la nominación. Adán, en el mito, pone nombres a las cosas, por encargo divino. Así, en esa interpretación, el creador encarga al hombre la nominación, el estatus de las cosas.

Lo que pone en cuestión la misma noción de objetividad. Los filósofos hablan de la esencia de las cosas. Una esencia objetiva, en-sí, objetivo de la atención, el interés humano, que, evidentemente, a su vez, sería otra cosa-en-si y así indefinidamente. Me temo que de estas series de palabras-que-nombran- otras-palabras es de lo que, en realidad, se ocupan, los filósofos. Pero una esencia, no es más que  la suma de los objetos susceptibles de ser mencionados, de los términos sobre los cuales, o en los cuales, algo podría decirse. Así llamamos objeto a cualquier sustancia, esencia, acontecimiento o verdad cuando se convierten incidentalmente en temas del discurso. “Objeto, objetividad” no son más que otras palabras a las que asignamos un estatus privilegiado, en el discurso.

Estamos, pues, encapsulados en el mundo de las palabras, aunque, comúnmente, se crea, se suponga, que estamos en el mundo de las cosas-en-si. Cuando el filósofo define al hombre como ser-en-el-mundo le falta añadir en-el-mundo-de-las-palabras.

Dentro de las convenciones, inevitablemente presupuestas, hay que contar con la de la existencia de un mundo exterior, que está ahí fuera y al que nos referimos con las palabras. Pero ese mundo, “estoy en mi mundo” se dice a veces, el mundo en el que el sujeto se  considera en casa, es el mundo de las palabras que constituyen su-mundo.

Si nada está dado no es posible la comparación. No es posible, por tanto la antigua teoría de la tabla rasa. Ese dado-previo, el trasfondo, utilizando la denominación de Habermas, está constituido por las palabras que definen la cultura en la que el sujeto está anclado. Hay que evitar el juego del huevo y la gallina. El caso es que hay lenguaje, palabras, y  este  constituye nuestro mundo.


20.4.15

EL INSOLITO VIAJE DE HAROLD FRY





           EL INSOLITO VIAJE DE HAROLD FRY



Que en realidad debe llamarse EL LARGO CAMINO HACIA LA MUERTE

La novela debo decir que gusta, aún antes de llegar al impresionante final. Es una nueva ODISEA, en la que el protagonista, Harold en un largo viaje por Inglaterra, desde Devon hasta Escocia, camina paso a paso, en sentido literal, liberándose de las rutinas familiares, sociales, hasta encontrarse ante el inevitable final, que es aceptado con naturalidad. El ser-para-la-muerte. Sein zum Tode.

Todo el mundo conoce la cita. El hombre, como ser-para-la-muerte, no debe considerar a la muerte como algo extraño. El ser humano, arrojado en el mundo, ser-en-el-mundo, (in-der-welt-sein), lleva una vida inauténtica, ser-uno-como-muchos (das Man). El ser de uno-como-muchos es un ser enajenado, enajenado de sí mismo, ya que al negar la propia finitud se encuentra fuera de sí, al negar su posibilidad más propia, la muerte. “El impersonal uno-como-muchos sólo se interesa en la certidumbre : es estar aún vivo”(Luypen,W. Fenomenologia existencial)
.
Harold, en su largo viaje se va liberando, paso a paso, con sus inapropiados zapatos náuticos, del ser-uno-como-muchos, hasta encontrar su autenticidad, su posibilidad más propia, en un final impactante.

Resulta curioso cómo los comentarios que he leído de la novela, excepto uno, ignoran el final, recogiendo con detalle el viaje en lo que tiene de retrato de la normalidad, del ser de la vida inautentica.


2.4.15

INCOMUNICACION



Finalmente he de confesar que creo haber entendido a Leibniz cuando afirma que las sustancias, él las llama monadas, no se comunican entre sí. Parece que se comunican porque Dios, el organizador universal, Leibniz, metafóricamente habla del relojero universal, lo tiene organizado de forma que coincidan y así parece que se comunican. En la metáfora de los relojes, marcan la misma hora porque así lo organizo el Relojero Universal

Esta introducción, para aquellos que no conozcan el pensamiento de Leibniz, es necesaria para explicar lo que quiero decir. ¿Se puede hablar de comunicación entre los seres humanos?

La comunicación es posible si se participa de una misma o parecida opinión del mundo, y un uso común del lenguaje.

A primera vista puede parecer que los miembros de una comunidad social, de una cultura común, y hablantes de un mismo idioma, reúnen las condiciones para afirmar que es posible que haya comunicación entre ellos. Esto es lo que ocurre, efectivamente. (ver “Vindicación de la caverna” , enero 2008):Los miembros del grupo de la caverna, los “cavernícolas”, junto a la protección física que les proporciona la caverna tienen la protección moral que les proporciona la pertenencia al grupo.”. La caverna, es decir, la cultura común, proporciona las ideas orientadores que dan sentido a la experiencia. Dentro de ese horizonte hay comunicación, evidentemente.

La cosa, sin embargo, no es tan sencilla. La caverna, es decir la cultura común, proporciona ideas orientadoras a alguien o algo, no a una tabla rasa, como decían los empiristas primitivos. El receptor de las ideas, de los patrones, se denomina “el yo”. Pero, lo que llamamos “yo”, no es algo simple, como desde Freud es conocido. Tiene varias capas, como, metafóricamente hablando, las capas de una cebolla. Tomo prestado el nombre de Günter Gras. Tras los diferentes como barnices que van conformando la personalidad visible, la cebolla, se oculta un sujeto, a veces desconocido para él mismo, que es quien realmente interpreta el mundo que la cultura, los barnices que, a modo de capas de cebolla, visten al personaje.

Ese sujeto, el yo auténtico habría que decir, que no creo que se identifique con el “id” freudiano, es el auténtico intérprete de las ideas o patrones que la cultura, la caverna, proporciona.

Esta interpretación, tiene un inconveniente, volver a introducir “el fantasma en la máquina”. El caso es que los psicólogos que niegan la existencia del intérprete, Pinker, Gazzaniga el alii, de hecho reconocen su necesidad, cuando escriben: El interpretador solo está tejiendo la historia, la narrativa que extraerá un sentido de estos módulos que están constantemente bombardeándonos con información, con comportamientos reales, con estados sentidos, con todo. Tenemos que contar una historia sobre qué está pasando y eso es lo que pensamos que hace esa función narrativa.”(Gazzaniga).

Ese, llamemosle como queramos, yo que interpreta, al ser el-interprete-total es previo a toda interpretación y, por tanto, no tiene comunicación con otros posibles intérpretes o yos.

RESUMEN
El yo profundo o yo auténtico, (“yo” no es más que una forma de nombrarlo), en si  mismo no tiene comunicación con otros yos.


Estamos, por tanto, solos en el mundo..